Suena el insistente sonido del reloj de cuarzo; cinco, diez, quince minutos; ¡Al fin logra despertarlo!
Asoma su mano larga y enjuta de entre las sábanas y con un gesto de disgusto logra acallarlo.
Se sienta despaciosamente en la orilla de la cama, parece que pensara en algo, pero aún está algo dormido.
Comienza a vestirse lentamente, todavía no llega a distinguir con nitidez su derredor, no puede tomar conciencia del tiempo aún.
Se restrega los ojos y como un relámpago lo alumbran las agujas fosforecentes del reloj que le pinchan sus retinas, avisándole que sólo le quedan escasos minutos para salir a tiempo, pero todavía le quedan muchas cosas por hacer.
Prontamente se despierta y toma conciencia del momento y se apura.
Pone el café a calentar, mientras se lava la cara , se peina su largo cabello semiondulado, se perfuma y como todos los días sale corriendo para no perder el colectivo de menos diez, atrás quedo la taza semivacía, el baño desordenado y el aroma a su perfume puesto al vuelo sobre su cabello castaño y su bufanda a cuadros.
Se va velozmente hacia la oficina, como si fuera el lugar preferido por él y como si no quisiera perder un instante de lo que allí acontezca.
Llega a la estación de trenes de San Miguel, ya casi sin sentir el frío intenso de la mañana, y nuestro hombrecito se vió correr desesperado como todos los demás, que hacían una marathón ante la inminente llegada del tren que lo transportaría hasta Retiro.
Según contaba, todos entraban por el mismo túnel, sus rostros hasta se parecían, agitados y somnolientos.
Las galerías de la estación del tren le semejaban un gigantesco embudo por donde se introducían de todas partes hombres y mujeres, con prisa y sin pausa, hasta que llegaba el vil vehículo que con su máquina y sus vagones, suscionaba en un minuto a todos, y como si estuviera inmantado, colgaban de todas sus puertas, racimos de seres que a nuestro personaje se le hacían rostros de animales indefinidos.
Y él... era uno más.
Bajaba en la estación Retiro, y arrastrado por la muchedumbre seguía corriendo, nuevos embudos se le presentaban; eran las grandes bocas de los subterráneos que tragaban a cuanto ser humano se le acercaba como la moledora de café a sus granos.
Por fin... llegó corriendo escaleras arriba a la puerta de la oficina. Dió los buenos días pertinentes, pero por respuesta se encontró con un :
-¡Está despedido!
Una sonrisa apenas, se esbozó en su boca, no pidió explicaciones a su jefe. La secetaria miraba absorta lo acontecido.
Pegó un giro y se dirigió hacia la puerta sin mediar palabra.Salió a la entrada del edificio de la calle Venezuela, hacía frío pero el sol estaba radiante!!!!
Se sentía feliz y además libre! Ni el entendía esa actitud pero sabía que algo se transformaba en su ser.
Caminando despacito hacia la estación San Martín, pensaba en su futuro.
Llegó a su casa y ante la sorpresa de su madre que preguntó:
-¿Que pasó?, el contestó alegremente. - Me despidieron, soy libre, no más trenes , ni subtes, ni jefes que no comprenden nada, desde hoy sólo me dedicaré a la música pues para eso nací, seré mi propio jefe!!!!
Y así fue..., su vida transitó por esta mágica profesión de ser un artista, donde encontró la felicidad entre "tocadas", composiciones y alumnos, a la que le agregó otra profesión no menos mágica, la de ser Musicoterapeuta!!!!!!
Este cuento es real, no realista. dedicado a mi hijo Fernando!!!!!!
Lo escribí en 1985, luego él, después de muchos años, decidió ir a la UBA y seguir esta carrera que está llegando a su fin.
Asoma su mano larga y enjuta de entre las sábanas y con un gesto de disgusto logra acallarlo.
Se sienta despaciosamente en la orilla de la cama, parece que pensara en algo, pero aún está algo dormido.
Comienza a vestirse lentamente, todavía no llega a distinguir con nitidez su derredor, no puede tomar conciencia del tiempo aún.
Se restrega los ojos y como un relámpago lo alumbran las agujas fosforecentes del reloj que le pinchan sus retinas, avisándole que sólo le quedan escasos minutos para salir a tiempo, pero todavía le quedan muchas cosas por hacer.
Prontamente se despierta y toma conciencia del momento y se apura.
Pone el café a calentar, mientras se lava la cara , se peina su largo cabello semiondulado, se perfuma y como todos los días sale corriendo para no perder el colectivo de menos diez, atrás quedo la taza semivacía, el baño desordenado y el aroma a su perfume puesto al vuelo sobre su cabello castaño y su bufanda a cuadros.
Se va velozmente hacia la oficina, como si fuera el lugar preferido por él y como si no quisiera perder un instante de lo que allí acontezca.
Llega a la estación de trenes de San Miguel, ya casi sin sentir el frío intenso de la mañana, y nuestro hombrecito se vió correr desesperado como todos los demás, que hacían una marathón ante la inminente llegada del tren que lo transportaría hasta Retiro.
Según contaba, todos entraban por el mismo túnel, sus rostros hasta se parecían, agitados y somnolientos.
Las galerías de la estación del tren le semejaban un gigantesco embudo por donde se introducían de todas partes hombres y mujeres, con prisa y sin pausa, hasta que llegaba el vil vehículo que con su máquina y sus vagones, suscionaba en un minuto a todos, y como si estuviera inmantado, colgaban de todas sus puertas, racimos de seres que a nuestro personaje se le hacían rostros de animales indefinidos.
Y él... era uno más.
Bajaba en la estación Retiro, y arrastrado por la muchedumbre seguía corriendo, nuevos embudos se le presentaban; eran las grandes bocas de los subterráneos que tragaban a cuanto ser humano se le acercaba como la moledora de café a sus granos.
Por fin... llegó corriendo escaleras arriba a la puerta de la oficina. Dió los buenos días pertinentes, pero por respuesta se encontró con un :
-¡Está despedido!
Una sonrisa apenas, se esbozó en su boca, no pidió explicaciones a su jefe. La secetaria miraba absorta lo acontecido.
Pegó un giro y se dirigió hacia la puerta sin mediar palabra.Salió a la entrada del edificio de la calle Venezuela, hacía frío pero el sol estaba radiante!!!!
Se sentía feliz y además libre! Ni el entendía esa actitud pero sabía que algo se transformaba en su ser.
Caminando despacito hacia la estación San Martín, pensaba en su futuro.
Llegó a su casa y ante la sorpresa de su madre que preguntó:
-¿Que pasó?, el contestó alegremente. - Me despidieron, soy libre, no más trenes , ni subtes, ni jefes que no comprenden nada, desde hoy sólo me dedicaré a la música pues para eso nací, seré mi propio jefe!!!!
Y así fue..., su vida transitó por esta mágica profesión de ser un artista, donde encontró la felicidad entre "tocadas", composiciones y alumnos, a la que le agregó otra profesión no menos mágica, la de ser Musicoterapeuta!!!!!!
Este cuento es real, no realista. dedicado a mi hijo Fernando!!!!!!
Lo escribí en 1985, luego él, después de muchos años, decidió ir a la UBA y seguir esta carrera que está llegando a su fin.
2 comentarios:
Rosita! Retomé mi blog! Hacía un montón de tiempo que no lo usaba y lo decoré todo ahora! Te invito a visitarlo cuando quieras! Ya te agregué! Soy una de tus seguidoras ahora!
Te mando un beso enorme! :)
Que sigas bieeen!
Sabri allá voy es que no he tenido tiempo para nada despues de las vacaciones, había cientos de e-mail que estoy tratando de contestar.
Un beso!!!
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